jueves, 29 de noviembre de 2012

muchachita ciega



que tú, muchachita ciega,
me veas mejor que nadie,
es una prestidigitación
tremendamente romántica.

por eso, Lolita,
yo le digo
a mi mano desnuda
sobre tu sexo desnudo
bonita criaturada
de frotar la lámpara,
y luego a llevar
la palma diluviada
a estos insuficientes pulmones,
llamar al cielo
de sol luna y estrellitas
y el mundo con su núcleo hirviente
y los pueblos y ciudades
y futuros de pasta y éxito
una sola bocanada
de ti.

respirar tu sal de lluvia,
muchachita ciega,
me es igual que esnifarse a Dios
sobre la mesita de tu apartamento
mientras se rompe el final de tus frases.

cuando te derrames
ángeles salinos encontrarán su sexo
en la mitad de la lluvia.

aquí tienes mi religión,
muchachita ciega,
creer a pie juntillas en la vida mejor
de ese Después que escondes
en el final de tus muslos.

(confundir coño y corazón,
muchachita ciega,
que al tacto es lo mismo.)

Antes, nada.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

todos los ciervos blancos se han muerto


yo quiero estar con vos para siempre
y que la muerte me deje por mentiroso


Todos los ciervos blancos se han muerto,
yacen destripados frente al lago calmo de la noche.
Niños silvestres mastican pequeñas bayas rojas
mientras se musitan deseos enseñando los dientes,
confeccionan con las vísceras de los ciervos
collares festivos al cuello y guirnaldas
de las que desciende una caricia de dedos de sangre
hasta sus sexos desnudos.

En la mitad de esa noche herida
vos sos la luz blanca de la cicatriz.

Me dicen lunático
porque dí mi corazón al ciervo blanco que huía.

Me dicen lunático porque a vos no la ví
y aún así sé pintarla en un cuaderno sin su ropa
lamiéndome la soledad.

Me dicen que en el jardín de un hombre
que no ha follado el milagro
no afloran vinos de agua ni peces de pan.

Me dicen.
Me dicen.

Estúpidos que no entendieron
que vos sos la agujita del pajar
que atraviesa el pie descalzo del ciego,
que no entendieron
que sos el sencillo tenedor de madera
en el sueño bonito de Tántalo.

No saben que yo ví en vos la belleza,
y que la belleza una vez vista
no pretende el loco poseerla
ni guardarla en su cajón de recortes,
tan sólo hacerse un rincón pegadito a su vera hipotética
a aullar y abrirse las muñecas a mordiscos,
pintarle a la muerte parasiempres de sangre en sus muros.

martes, 27 de noviembre de 2012

gravedad


mi corazón
ya se desprende
como fruta de ambrosía
de un árbol de ceniza,
ya rueda infantil
jugando al amor
con las hojas del lecho
que crujen y retozan
y dicen bellos silencios,
el aire trae consigo briznas
de un incendio extinto
donde alguna vez
bulleron los estanques.

el lecho de tu bosque,
muchacha de ojos glaucos,
es ese catre deshecho
de ternura y escándalo
donde mi niño de antes
busca el cuerpo mojado
que lo salve de las lluvias
y de la tormenta.

mientras,
por la cicatriz de tu valle
va derramándose a la noche
una sal
que endulza mis eriales.

y en la ciudad,
donde tu bosque
es una lejanía de luna
que alumbra de follaje
los terribles edificios
y las carreteras,
mi corazón ya se desprende
hacia tu pecho,
muchacha de ojos glaucos,
como una pesada amapola
que cae por ley de gravedad
al firmamento.

lunes, 26 de noviembre de 2012

a puro grito y en silencio


Usted no sabe qué imposible
es decirle que la amo.

Esta imposibilidad de mí
que se llama timidez
va de mi voz a mis poemas.

Es por eso que no sé decirle
que sus ojos pardos
que a veces son verdes
son a veces ojos
y a veces un hogar de árboles
por donde ya juegan chiquillos
a patear las hojas y hacerlas volar
con nuestros apellidos.

Usted no sabe qué imposible
es decirle que su voz
es el ruido que hace mi soledad
al quebrarse,
que su rostro
es la luz que orla de reminiscencia
mis ojos cerrados
cuando esta puta oscuridad.

Decirle que usted es tan perfecta
que hace de lo ideal
una mera aproximación milagrosa,
que mi corazón está viviendo
de prestado en mi pecho
esperando pronto regresar
a casa,
a su casa.

Usted no sabe qué imposible
es decirle que la amo.

Esta imposibilidad de mí
que se llama timidez
va de mi voz a mis poemas.

Es por eso que no sé,
que no alcanza mi voz ni mi palabra
a contarle que su nombre
ha enfermado a mi vocabulario
de incapaz repetición,
que ahora son lolas
las que sobrevuelan
gráciles y níveas
las costas de mi pueblo,
que son lolas espumosas
las que preñan de saliva blanca
el espigón,
que es una dulce lola
la que arrastra los diarios por las aceras
y hace volar mi sombrero,
que es una fulgente lola
la que asoma ámbar en los azules
sobre esta tierra antes yerma
en la que hoy florecen
lolas coloradas como corazones.

Usted no sabe qué imposible
es decirle que la amo,
qué imposible articular que la amo
cuando todo es que la amo,
cuando quiero decirle que la amo
y no puedo, no soy capaz
y escondo tímido que la amo
y no le digo que la amo.

No le cuento que imagino
desordenados lechos
donde sólo huele a sexo
y a nosotros,
que a veces palpo lo inerte
enloquecido
a la búsqueda de su latido
y de su piel lejana,
que me colma de sangre
la sola idea de tocarla,
de recorrerla,
de derramarme
allá donde usted empieza
y termino yo,
acaso viceversa.

Usted, Lola, no sabe qué imposible
es decirle que la amo.
Por eso lo callo.
Por eso lo escondo.
Por eso tan cobarde
susurro tan bajo
y en mi rincón
que la amo,
que usted es la mujer de aire
a la que siempre dediqué mis apóstrofes
y a la que hoy dedico suya y de carne
esta vida mía de pan y poesía,
esta mi entera cobardía.


miércoles, 21 de noviembre de 2012

el rasguño de tu voz



Como si de antes,
mucho antes que tú y que yo,
el rasguño de tu voz en el aparato
suena a esas olvidadas ternuras
que visten de nítido recuerdo
en la punta de mi lengua.

Vienes con el frío del balcón
ungiendo de vaho mi madrugada
y tus enloquecedores silencios
son bella desnudez de la voz
que pinta de fuego
la gélida baranda,

mis manos
y esas flores de maceta que heló
aquel verano herido de muerte
van abriéndose hermosamente libres
en el invierno estival
de tu seno acelerado.

A mi lado,
tu cuerpo invisible ya separa los labios
y cierra dos ojos abismo
que mi delirio recrea físicos
en la humedad de la noche,

desde tu incomparecencia
bandadas de albatros
como tú silentes y vergonzosos en tierra
ya baten como sexuales saxos en los aires
invocados por esta nevada de pan caliente
que va escapando de mi boca
hacia tu boca
y que antes constituía mi corazón.

Como si de antes,
mucho antes que tú y que yo,
el rasguño de tu voz en el aparato
va cicatrizando el tiempo.



martes, 20 de noviembre de 2012

hosti puti, el amor...



El niño José mira al padre Antero con ojos de ternero. Padre, ¿qué es el amor? explíqueme qué es eso del amor, padre, que me dicen en el patio, en el aula, en la plaza, se me ríen, padre, me dicen tontaco, bobo, mendrugo, ¿qué es el amor? que yo quiero saber, padre, que yo no sé no entiendo y así dice la Manoli que nanai, que no me enseña el secretillo, hosti puti, que no me deja, ¿qué es el amor, Padre?
El nene lleva con aquel porculo constante ya media mañana de garbeo dando brincos y sorbiéndose al lado del padre Antero, que arrastra las patas por el Paseo de los Pajaritos mirando al nosequé con la botella de fino en la izquierda y un fardo de colores en la derecha.

-Anda, niño, calla ya el bujero un rato, que me estás jodiendo viva la mollera y al final te va a venir el capón. Ahora te lo explico, pero primero abre esto, coñe, que vamos a volar la cometa...

El niño José desata las cuerdas del fardo y saca a la mañana una cometa amplia de muchos colores bonitos, sierpes de seda ondulantes como cabellos rojizos y una cola de arco iris. En un santiamén la cometa ya va cortando nubes a jirones y desbandando gaviotas.

-Bueno, ahora sí que ya, padre, sí que ahora, venga, que ahora ya, ¿qué es el amor?

El padre Antero cierra la mano libre dejando el corazón salidito lo justo de los otros dedos mundanos y le endosa un capón terremotero en la cumbre de la cocorota al crío que se le discurre eléctrico desde el remolino del cogote hasta la misma desembocadura de la espalda.

-¡Au! Hosti puti, padre, que estoy estudiando...

-Pues calla la bocaza y atiende, leche. Me cago en los santos que almuerzan, ¿Qué ves allá arriba? -glugluglú-

El niño José pone ojos charlesbronson y mira la cometa hacer parábolas suaves bajo una nube gorda de nata. En la cara inferior del aparato y más bonito que un San Luis luce serigrafiado el rostro de una mujer rubia de ojos claros y perfecta sonrisa.

-Hosti puti, padre, ¿esa no es la panadera?

-Y ahora mira mejor, ¿que más ves?- glugluglú-

-¿Dónde?

Otro capón cloc mortífero que hace ecos de defunción en el paseo.

-¡Au!

-Coñe, pues en el cielo, leche, ¿qué más ves? - glugluglú-

El niño José se seca el lagrimón con la manga y otea concentradísimo a los cirros. De pronto ve a la derecha de la cometa un solazo de justicia del color del ámbar.

-Hosti puti, padre, qué bonito está el sol esta mañana... y qué naranja... y qué grande.

-glugluglú -¿Y a que en el sol ni te habías fijao, niñato?- glugluglú-



domingo, 18 de noviembre de 2012

Lola


Me siento enormidad sobre la sombra
que con manos pequeñas recoge
el gran fruto de luz de la penumbra,
crío que edifica un castillo almenado de vida
con la tierra baldía de una orilla en el desierto del mundo.

Me siento hombre y escultor que recupera su tiempo
al esculpir una miríada de instantes
en la marmórea eternidad de esa mujer,
piedra despierta donde ya dormitan todas mis estatuas.

Me siento nacer, voladura de una gris cantera
que siembra la ciudad yerma de hojas, frutos y alondras,
me siento hermano de mis letras y suspiros,
me siento amigo de mi amigo,
hijo de mi madre,
diluvio de mejor vida sobre esta árida muerte.

Me siento en la mitad del gentío,
tan perdido como el gentío,
desencontrado como el gentío,
minúsculo titán en el gentío,

solo en el gentío.

Y sin embargo una equis roja en el mapa,
una brújula de luz
en aquel vestido de negra penumbra
que sobre el nombre, voz,
senos, muslos y sexo suyo
será una hermosa noche curvilínea sobre una hermosa mañana

sobre el gentío.

Juan Bautista decapitado de todo lo que sabe,
así tomo yo la semana de siete días
y devolviéndola a aquellas aguas cálidas de mi vida
la bautizo con tu nombre, Lola.

Lola.

Lola.

Lola.


viernes, 16 de noviembre de 2012

parasiémprica muchacha

DRAMATIS PERSONAE:

El padre Antero, cura del anacronópete.
Clara Linares, no la hay más bonita.
David Mariné, poeta de la herrumbre.



Acto II


El padre Antero abre la puerta de la panadería, que deja tras de sí un son de cascabeles. La estancia se encuentra iluminada de ámbar y amarillos, el sol entra vehemente por el escaparate donde todo tipo de dulces y panes siembran el aire de un agradable olor a mantequilla.

Clara Linares está de espaldas maniobrando en los hornos, bajo el gorrito le asoman tres mechones como tres mañanas claras. El padre Antero se descubre y carraspea.

-Buenos días, rubia.

Clara Linares se vuelve despacio con las manos todavía en las harinas. Los ojos son dos cielos de Dios. Al padre Antero se le vienen las bellezas al cielo de la boca.

-Uy, Miguelito, que no te había oído entrar. ¿Cómo tú por aquí tan pronto?

El padre Antero da la vuelta al mostrador levantando la compuerta y se acerca a Clara, que empieza ya a ruborizarse. La coge del codo con ternura y por primera vez en veinte años la mira a los ojos.

-Tenemos que hablar. ¿Podemos pasar a la trastienda?

Clara asiente con la cabeza sin hablar, y sin hablar gira la llave de la puerta y hace pasar a Antero al pequeño cuarto del almacén. Luego cierra tras de sí y queda con la espalda contra la misma puerta.

-¿Qué pasa, Miguel? Me estás asustando.

Antero no dice nada, la mira largamente como quien ve pasar el ocaso, parece conmovido. Clara Linares advierte que el cabello de Miguel Antero es negro azabache sin ni una sola cana a la vista, el alzacuellos ha desaparecido para dejar paso a la camisa blanca de labrar con sus bonitos lamparones de tierra. La puerta de la trastienda es ahora un olivo frente a la huerta, la panadería un campo. En la mitad del desconcierto Miguel Antero besa a Clara Linares en la boca, que ya no es la boca, es Clara Linares toda ella, y el beso dura una larga eternidad. Luego Miguel Antero aparta sus dieciséis años de trémulo despertar del cuerpo conmovido de Clara Linares y la mira a los ojos.

-Nos han escrito, Clarita. Tú y Yo no somos, niña. Somos un invento.

-¿Qué dices, hombre de Dios? tú has bebido...

-Que no, Clarita, que no... Que no somos, niña. Que no somos.

-¿Pero qué dices Miguel, cómo va a ser un invento este beso y este tacto? ¿Y los años? ¿Y el silencio? ¿Y los daños? Tú, yo, esta mala vida... No te creo. No te creo. Lo dices para dañarme. Eres malo.

-Que no, princesa, que no, que nos han escrito, que no somos. Que tú y yo no somos, niña. Que no somos.

Clara Linares se pone las manos en la cara y se echa a llorar. El padre Antero se calza la boina y se ajusta el alzacuellos. Despacio va saliendo de la trastienda oliendo a mantequilla y embobado en ámbar. Abre la botella del bolsillo. Clara sale entonces visiblemente afectada, más bonita que una aurora.

-Miguel, Miguel... ¿Vendrás mañana?

-Cada puto día de Dios, niña. -glugluglú-  Cada puto día de Dios.

Y cierra la puerta de la panadería dejando tras de sí un bonito son de cascabeles.



Entreacto



El padre Antero sale a la plaza de Corbentraz, donde el biruji ya va arrugando a los chuchos y a las viejas. Se aprieta la bufanda. Un tipo guapo de unos cuarenta está en un banco leyendo mariconadas con las patas cruzadas y fumando paraísos.

-Oiga joven, joven...

-Sí, diga padre. Buenos días.

-Buenos días joven. Le quería yo preguntar si no es indiscrección... si le han escrito a usted.

-¿Cómo que si me han escrito?

-Sí, sí -glugluglú- que si es usted ficción de mierda. Que si se lo han inventao.

-Ah, no. qué va... Yo soy poeta, padre.

El padre Antero lo mira de soslayo desde un trago largo de profesional.

-La puta de Dios. Este pueblo es el descojone.- glugluglú.


jueves, 15 de noviembre de 2012

bululú



DRAMATIS PERSONAE:

Jesús Alcalde, pollopera, gorra, botas y gabán.
El padre Antero, cura al licor, ojos gordos.
Una hembra buena y limpia.


Acto I


Hace un frío agradable en la iglesia. A medida que voy dejando atrás los bancos pongo la vista en todos esos santos que cuelgan de las paredes, parecen tristes y absortos en la invisibilidad de los techos. La puertecita del confesionario grazna un ruido feo al abrirla y al cerrarse. Es hermosa esa privacidad que da su penumbra. El padre Antero descorre la cortina bruscamente y mira al suelo tras el mimbre.

-Ave María purísima.

-Sin pecado concebida.

Nos quedamos un rato en silencio. Escucho el ruido de los pasos que poco a poco van llenando el interior del edificio. Ruidos de tacones, botas, zapatos, deportivas, zapatillas, voces, bolsos. El padre Antero rompe la pausa.

-¿Y bien, hijo? Empieza ya con los pecados que me cierran el bar...

-Sí, sí, perdón, confieso que he pecado, padre.

-Venga, por ahí sí. ¿Cuál es tu pecado, hijo?

-Que los he escrito a todos, padre. Que ustedes no son. Que me los he inventado.- El padre Antero da un saltito detrás de la barrera.

-Cómo que te nos has inventado... ¿Inventar de inventar? O sea... No jodas.

-Sí, sí, que los he escrito yo, padre. Eso digo. Que me los he inventado.

-Coño. Me cago en Cristo. ¿A todos todos? ¿A los del pueblo, dices?¿También a Marcial Piñero?

-También a Marcial Piñero.

-¿Y a Andrés de la botica?

-También a Andrés.

-Hostias, ¿también a Clara Linares?

-Sí, sí... También a Clara Linares.

-La puta que te parió. También a Clara Linares...- El padre Antero se ha puesto pálido.

-Y a mí, claro está.

-Lo siento, padre.

-No, no... Deja, deja, no te apures. -Lo veo moverse inquieto tras el mimbre.- Pero vamos a ver, ¿por qué has hecho eso, alma de Dios? ¿tú sabes lo que has hecho?

-Pues no sé, padre, creo que es por la soledad, ya sabe. Un día, sin que uno casi ni advierta, ya ha enraizado tanto que va dando en el nervio ¿sabe? aquí atrás- me toco atrás del pescuezo- y aquí adelante - me toco el pecho- y aquí arriba- me toco el seso. -Es un dolorcillo agudo que primero va molestando y luego duele a morir y luego le deja a uno sin daños, ¿sabe?. No sé, es un poco complicado de explicar, pero el caso es que un día me puse delante de la pantalla y así, de a poco, los fui haciendo.

-Nos fue haciendo, dice el hijo puta... - Oigo balbuceos, un carraspeo y algo así como el ruido de una botella al abrirse.

-¿Diga, padre?

-Nada, nada... Sigue. - glugluglú- Te escucho.

No puedo seguir. De repente siento ese nudo conocido.

-Me cago en mi padre, ¿estás llorando?

-No, no.

-No los cojones. Estás llorando como un querubín. Pero vamos a ver... -glugluglú- Saca la cabeza afuera. Sí, sí, afuera. Mira al graderío. ¿Ves a la mujer del fondo, la del pañuelo? -glugluglú- ¿La que tiene los ojos canela, el pescuezo fino, largo y blanquecino coronado por un pañuelito de seda morado, la blusa semiabierta, los labios carnosos, el cabello a lo garçon, la nariz delicada y el semblante iluminado como si un milagro?

-Snif, sí. Sí la veo.

-¿A esa también?

-¿A esa también qué?

-Coño puta, ¿cómo que qué? me cago en San Botón, pues que si a esa también la has escrito tú, alma de cántaro... -glugluglú.

-S-sí, creo que sí. -rompo a llorar ya muy de niña.- Lo siento mucho, padre. De verdad, yo quisiese tanto que ustedes fueran... -Me caen dos velas como dos soles de los agujeros.- Es este desamparo padre, este abandono de las cosas... Lo siento tanto... ¿Cuál es mi castigo?

-¿Castigo? Tócate los huevos. Será posible la tontería, castigo dice... Qué castigo ni qué ocho cuartos. Tira para casa a escribir, bendito. Y no pares. -glugluglú- Que lo tuyo no es pecado, hijo puta, lo tuyo son puras ganas de ser. Y cuando salgas dile algo a la del pañuelito, que no deja de mirar hacia el confesionario... me da que esa zagala se te ha enamorao. -glugluglú.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

misericordia

Vení a dormir conmigo:
no haremos el amor, él nos hará.

Julio Cortázar


Jérôme escoge los sábados el último asiento del autobús destartalado que cada madrugada devuelve a los negros a La Salle. Allá, encogido con la sien adherida al vidrio empañado de la ventanilla, se lleva dos dedos congelados a la nariz con los ojos cerrados y espera sosegado y en paz a que vaya su alma vistiendo otra buena vez un cálido halo de coño.

***

Xiaojan escoge los sábados el último rincón de un catre deshecho de motel en Natchitoches. Allá, encogida con la sien adherida a la madera empañada de la cabecera, se lleva las pequeñas manos amarillas a la nariz con los ojos cerrados y espera sosegada y en paz a que de nuevo, en la pequeña habitación, sobrevenga repentina a través del recuerdo inmediato otra riada de sombría ternura sobre su vientre, senos y párpados.

***

Dios escoge los viernes el último recodo inhóspito del jardín del Paraíso. Allá, encogido con la sien adherida al tronco de un manzano escondido, se lleva todas las manos del mundo a la nariz y mientras espera intranquilo y dolorido a que vaya su alma vistiendo de nuevo ese interminable y espinoso halo de soledad, deja escapar entre lágrimas un nuevo acto de misericordia: con el corazón devastado, así pone su dedo al azar sobre el planeta y concibe el milagro de un imposible y cegador eclipse en el interior de un cuartucho de motel en digamos Natchitoches, Louisiana.

lunes, 12 de noviembre de 2012

la pecera


Eternizado en los infinitos sin ella
me enamoré de sus instantes
como un can famélico
que ladra a Jesús en la basura.

Me entregué a sus ínfimos segundos,
esa efímera y eterna compañía
que iba saliéndose de entre mis dedos
como sangre de una herida,
transparente y limpio caño de agua clara
que dejó tras de sí
dos manos libres de tiempo y de microbios,

me entregué a los ratos vaporosos,
oasis que al reír
pintan las horas de futuro
porque en ellos estuvo y está
lo mejor de esta seria eternidad,

en aquellos sus minúsculos espacios
cristalinos, pacíficos, serenos,
buenos,
donde tan encerrado y libre
este pez rojo palpitante
descubrió el más lindo infinito
en el bucle de una pequeña pecera.

viernes, 9 de noviembre de 2012

aquel amor de vos como de olas


El amor de vos como de olas
fue detrayendo hidrópico en mi playa
de sus calas todas las orillas,
el amor de vos como una náyade de ayer
que mañana incomparecida es voz de todas las caracolas,
ese oleaje ayer dadivoso aún de sutil embargo
que mañana es mano carterista de Dios
reclamando grano a grano esta Tierra de mi paso.

El amor de vos como de olas
fue hostigando sonoro el óseo acantilado de mi pecho,
escarpada celosía sobre la que el faro de mi corazón
es frágil carne de un sol que yace junto a una noche.

Este corazón de hombre de mí como de orillas,
aquel amor de mujer de vos como de olas...

Efímera física carnívora de nuestras erosiones
que desembocó
en aquel corazón de hombre de mí como de orillas
devenido con los años
en mi corazón de mujer de vos como de océano.


jueves, 8 de noviembre de 2012

soñar que todavía


Soñar que desnudo en el gran centro comercial tras el desastre.
La hilera de los maniquís que tullidos adquieren grotescas ilusiones de sociedades,
por ejemplo
aquella mujer de ojos grises y lencería a jirones que levanta un único brazo articulado
esperando una caricia que ninguna de las otras erguidas penumbras va a ofrecer.

Poco es capaz de aguantar el hombre que sueña
las horas desprovistas de voces
sin llegarse en algún punto desesperado a abrazar alguno de aquellos cuerpos incompletos
y ferozmente parados en la mitad del vacío.
Escojo aquel que mira desde el vidrio partido
a un cinéreo bulevar preñado de automóviles de nieve
y voy pasando mi decrepitud de diez dedos titilantes a través de su gélida cintura
hasta juntar nuestras dos muertes,
venir a dar a luz acaso al último de los cuerpos con vida.

Poco es capaz de aguantar el hombre que sueña
las horas desprovistas de ternura
antes de musitar otra vez el nombre de los nombres a un oído sordo de sintéticas geografías
y decir TE AMO con el último de los TE AMO
que el hombre que sueña es capaz de depositar en los objetos
como una semilla de yggdrasil que se deja caer en la brea.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

ella salía de un cuarto desperezándose


La puerta del balcón mandaba morses al comedor vacío a causa de la ventolera. Qué vacías aquellas sillas del salón, la cocina, la parte de la entrada que podía divisarse desde el sofá a través de la puerta entreabierta, la televisión apagada, los tiestos, la ropa tendida... Había un reloj que segundeaba sonoro y desacompasado con el tamborileo aéreo de la terraza. Yo pensaba en todas las cosas y en ninguna con la boca llena de magdalena y los ojos llenos de sueño. Hay momentos en que el mundo se para así, de pronto, y a uno le parece que lo abandonaron. No sé, acaso nos abandonaron a todos en algún momento y el abandono comparece puntual cuando esas ventoleras en el balcón. El caso es que del cuarto salía ella desperezándose con los brazos muy arriba y tan guapísima ya de buena mañana, que uno pensaba que sólo iba a estar linda como ella a eso de las ocho bajando el bulevar cogida del brazo de uno con las luces de las tiendas pasándole por los labios como mágicos cometas pero no, resulta que también recién levantada con los pelos hechos trigo por la cara y desperezándose con los brazos muy arriba era capaz de llenarte de edén un comedor vacío, un balcón y hasta todas las putas calles de Barcelona. Cuando ella aparecía así de los cuartos yo no me sentía poeta ni abandonado, me sentía encontrado, me sentía ella. Qué sentimiento, qué buena locura... Y no había ni un jodido sitio de este tártaro de Dios que estuviera vacío. Ni siquiera aquí adentro como ahora.


martes, 6 de noviembre de 2012

la poesía es un escarnio



No sé si quedará de mi corazón
un mísero cabo con el que atar estos ingrávidos latidos
a un buen árbol
mañana
cuando todo el aire esté formado por barrancos.

Van velándose aquellos domingos luminosos
entre estos diáfanos cúmulos lectivos,
brillantes azúcares se diluyen
en la espuma diaria de oscuros cafés.

La poesía era otro escarnio del espejo.

Arrecia un silente temporal de huracanes
en las ventanas rotas de esta acogedora intemperie
y el ruido del quebranto en sus cimientos
es un requiem en clave de epinicio
que queda adherido al seso,
al esperma sobre mojado
y al silencio de esta tierra firme.

Nuestra casa se ha desmoronado
en aquel risco azotado por un oleaje de adyacentes lejanías
a medida que alza sus nuevos muebles y papel pintado
donde antes confetis lindos de ceniza,
donde antes...
mañana preciosas urbanizaciones donde parques,
mañana historia donde vida,
mañana ella donde tú.

Hoy, mañana, la palabra.

Siempre la palabra, ese defecto,
ese desastre
con el que pretendemos
recomponer nuestras vidas.

La palabra infecta mi sueño,
cada noche baldía
palabras bellas como hembra, hogar, sándalo,
alma, nutrir, ámbar, alba, lecho, arbolado.
Palabras.
Corro de la palabra, huyo de la palabra,
en mi sueño busco esa energía del impacto suave
entre la carne de un labio y el dulce soportal de un pezón
o el dorso de una mano o una vena rosa
o un mechón reivindicado sobre los cuerpos,
acaso una mirada, un arrullo desde la puerta del comedor.

Pero tiende el anhelo maldito de nuevo al encuentro
con cálido, ternura, suave, sal, compañía, futuro...
Palabras.
En el encuentro con la palabra cada vez
infectado el sueño, la vida, todo.

Este ocio de dolerse.

Esta puta pretensión que conduce a qué...
Otra vez a la palabra.
Malditas, sucias, elevadas palabras
que hacen de la poesía otro escarnio del espejo
y del poeta un hombre solo.


lunes, 5 de noviembre de 2012

desprovisto de cualquier atisbo de palabra


Juro que su rostro es una ventana en el muro de una celda, no hay quimera más bonita en el mundo. Por eso lo miro tanto sentado en estos rincones idénticos desprovisto de cualquier atisbo de palabra. Miro ahora un cielo que transmuta en otro cielo, ahora la copa del árbol limítrofe con el bosque brindada a marítimas brisas, ahora nubes disfrazadas de trenes y galeones y cebras,
ahora ese pálido resplandor que adoro
y que derramado a largas franjas
sobre el camastro, el pan mohoso y las ratas
riela con luz blanca
esta
oscura
libertad.


Ahora un muro, ahora un muro, ahora un muro.
Ahora un muro.
Desprovisto de cualquier atisbo de palabra.