martes, 30 de julio de 2013

somos Cid y la poesía puro caballo


que tarda en morir la poesía,
sí, agoniza despacio y mal
esa maldita,
tan mal agoniza,
así llámase a sí misma
que vive plenamente
más alto que el tiempo,
más alto que la vida,
esa maldita.

y nos arrastra en el barrizal
que de tan alto desciende
navegando quebrados, cinéreos
como ramas partidas de su árbol muerto

y nos llama barcos de Ulises

esa maldita.



que tarda en morir la poesía,
tardamos tanto en ver belleza
en la provinciana salud,
tan exótica y chic es la fiebre
de esa maldita;
la miramos bien, complacidos
desde el desalojo
al que nos exilió la conciencia
(tanto es igual en el cepo
si tintada en sangre y ceguera
la pata de una alimaña
y de un bello cordero)
y nos llama iluminados,
nos llama sabios, prohombres
a nosotros,
esa maldita.



miércoles, 24 de julio de 2013

el semáforo


esa vez yo soy poeta, me parece,
mi corazón una esponja
que yo hago bucear en el jabón de un cubo
y luego, en el semáforo,
limpio el capó de los autos,
automóviles caros y rojos
que trae l'Eixample llenos de gente.

a veces un rostro sonríe tras el parabrisas
y yo sonrío dando brillo al capó
lleno de sol
agradecido y pobre
y a veces un euro en mi mano mierdosa
y otras veces sólo una sonrisa
que se eterniza en una pompa de jabón,
qué brillante es un coche enjabonado que gira
y se pierde en la carretera soleada
en Barcelona y en otros sitios,
tan limpio y yo lamentablemente servil
qué mugrosas las rodillas
y el corazón espumoso goteando en las manos
qué mugroso y pobre y agradecido
como un trabajador de los de antes.

con el sudor de mi enfrente
me ganó la vida una y mil veces.

digo imbécil y bueno a mucha honra,
así me educaron papá y mamá

una vez soy poeta, creo,
en el semáforo
y tú miras una vez desde detrás del parabrisas
y no tienes calderilla tienes billete
pero sí sonrisa
pero sí un coche rojo brillante
lleno de sol
y me miras desde detrás del parabrisas
como si quisieras limpiarme el auto que no tengo
y abres de tu coche la puerta roja
llena de sol
en Barcelona y en otros sitios
y aunque no quieres bajar ni yo subir
ambas cosas suceden allá en el semáforo
me limpias con tu esponja las rodillas
mientras la brillante caravana
pita enfurecida

a mí.

esa vez, creo,
eres buena con el tipo del semáforo
y eso basta para ensuciarte el vestidito rojo
echarlo al traste
y hacer brillar llena de sol
una esponja mugrosa
en Barcelona y en otros sitios
y esa vez te amo
y luego te amo siempre
y te limpio el vestido con el corazón.



martes, 23 de julio de 2013

te volverás normal súbitamente


Una madrugada te vas a levantar del camastro, vas a zozobrar zombi en el corredor a oscuras y te vas a meter en el servicio bajo la bombilla que todavía petardea a chequearte la cara en ese tópico espejito que precede a las píldoras, vas a escuchar ese largo silbido que musica al silencio a las cuatro de la mañana y vas a seguirle la pista a ese mosquito espada que zumba y vuela durante los escasos segundos que tarda en atravesar la luz blanca frente a ti y cuando te des cuenta (te darás) de que cualquier cosa que añadas al respecto (por ejemplo que los minutos percuten en las paredes de la vida como péndulos de papel en un angosto pasillo impenetrable, por ejemplo que es el alma lo que vas a chequearte al espejito, por ejemplo que el silencio grita en lugar de callar, por ejemplo que detrás de los espejos no hay ni un mísero reflejo), cuando de te des cuenta de que cualquier cosa, repito, que añadas al respecto va a ser pura y puta y ridícula fabulación, te vas a cagar de miedo en los pantalones, poetastro.

Tan común como inevitable es el color de los cielos. Hay gente próspera y buena que dice que azul, hay poetas y otra escoria que dice que negro, pero el pastor y el pocero saben bien que el cielo es de muchas formas.

Por eso cuando una madrugada te vayas a levantar del camastro y alguien tome tu mano y obligadamente la retenga y lleve su extremo a su cuerpo lentamente pero con fuerza y haga ssh en la sombra y sientas húmedo el hálito de su boca en tu oído y notes su voz preguntando ¿qué ocurre?, notes su voz afirmando nada pasa, notes su voz diciendo ven, todo está bien, te quiero, te amo, no te vayas aún, aguarda, déjame poner aquí la cabeza, notes su voz diciendo hoy pasaron tantas cosas y no estabas... cuando eso acontezca te vas a cagar de miedo en los pantalones pensando en si te arrancaran esa mano de la tuya, si te la extirparan, si te la amputaran. Eso te va a matar de pánico. Te volverás normal súbitamente, así como se entela el cielo por culpa de lo que pasa en la tierra.



viernes, 19 de julio de 2013

noche de mosquitos


Si hago descender la persiana del dormitorio y mi habitación toma tono carbón y se mezcla con el aire y desaparece o acaso aparece en todo el espacio o sea todo es habitación y no lo es nada, acto seguido pienso en Sarco y en el Chile imaginario porque allá también debe pasar igual con las habitaciones si se hace descender la persiana. Me pregunto si también él queda ese corto minuto paralizado como yo pensando en una habitación idéntica en otro lugar y en otro y en otro y me pregunto si en ese corto minuto a veces ha empezado a escribir o ha terminado de escribir algo y me pregunto qué pensará cuando el pulso regresa (regresa como un cólico), si recordará algo de ese corto minuto, sólo un tanto o acaso como yo lo recuerda tan a fuego que todavía duele horas después y después de muchos días y después de años o si siente el impulso de grabarse a oscuras y colgarse en YouTube gritando por la cuesta del delirio bajan viejas cenicientas pariendo clavicordios pero adentro mientras gimiendo minúsculo estoy mal ¿adónde está el pinche amor parado y la dulzura? mientras un hombre de tres metros y medio cubierto de sombra le desabrocha el alma y el cráneo... Hay veces en que me sucede esto mismo calentando un tupper de mi madre en el micro en la cocina desnudo en zapatillas escasamente ataviado con mi pantaloncito negro corto de deporte de Decathlon y sin que medie ningún estimulo pienso en David cruzado de piernas en el banco de Avinguda Prim vestido con su bata de administrativo que es toda blanco nuclear salvo algún lamparón de café o herrumbre y una espeluznante rayita verde esperanza que va del cuello a los huevos, sosteniendo un café y un cigarro y mirando desolado o contento a donde vuelven las esquinas y me siento tan absurdo calentando un tupper de mi madre en el micro en la cocina desnudo en zapatillas escasamente ataviado con mi pantaloncito negro corto de deporte sin poder doblar la esquina pero también desolado o contento porque parece ser que los poetas no estamos en ningún puto sitio aparente (tengo que recordarme no llamarme a mí mismo poeta nunca más y también llamar a David). En ti pienso también, amor, tal vez demasiado, quién sabe, pero ya hoy soy trastorno puro y duro que no puede jurar si existes o no, sólo que eres buena y bonita y me haces sentir en casa todo el tiempo y que si eso es un fracaso de la mente entonces fracaso y fracaso bien como fracasan los fracasados convencidos porque te amo y no me importa el éxito ni una mejor palabra, tan sólo estar contigo. Vera Eikon dice que decir amor es fluvial y decir muerte es ponerse un dique en la boca (no me digas que no es vera esa muchacha) y luego otra vez pienso en Sarco porque debo tener algo jodido acá arriba, algún cable que conecta submarino con ese otro continente, esa otra masa de fango adonde lo tienen rodeado a mi querido Sarco, se lo quieren comer, amor, quieren roerle los huesos y no dejar nada para los gusanos y es una pena porque los gusanos sí lo entenderían perfectamente porque no hay nada que entender y en eso pienso (pensamos, ¿verdad, Sarco?) cuando bajo la persiana y me quedo parado en la mitad de ese cuarto negro y te juro que me quiero morir a veces y no al mismo tiempo por no ser absurdamente melodramático y si no pensara en ti me dejaría caer sobre la cama a suicidarme de normalidad. Esto te lo juro.

Nuestra ruina
es la angustia
de un perro
que confundió
su itinerario
regresando
a casa
por calles
mal iluminadas.

Esto es de Jorge J., amor, luego a veces pone cosas de poetas franceses y no te das cuenta de que no es suyo hasta el final del poema cuando ya lo quieres abrazar, no me digas que no es para matarlo.

Las ratas se conforman con leer filosofía barata a la luz de la pólvora en las alcantarillas ante tanta ausencia de terremotos.

Para matarlo. Cabrón de poeta. Y estos putos mosquitos, es de no creer... qué noche, amor. Sin ti a mi lado. Leyendo blogs. A mí también es para matarme.


miércoles, 17 de julio de 2013

abrirse o cerrarse una puerta


Quizás se ciernen hoy sombras colosales de apocalipsis sobre la diminuta llama de este candil y piensas en mi voz como en ese búnker insondable desprovisto de muros y de techumbres. Ven entonces, cierra esa fina puerta tras de ti que existe apenas, esa tenue frontera adonde lindan sin tocarse la nada y el bisbiseo y siéntate conmigo aquí junto a este buen potosí de aire, en este sillón escaso donde apenas cupo nunca un hombre solo y hoy sobra espacio para una o dos personitas así calcadas a tu rostro y corazón. Ven, cierra esa puerta tras de ti tan endeble e indestructible como la acristalada muralla de un acuario, deja que afuera se nos oiga en la exacta intensidad en la que hasta ahora se nos haya escuchado. Ven, mi amor, deja que impetre en el lacónico silencio el calabobos de la ausencia, que en llover suene a perdón y en evaporarse a ternura...

Duerme bien, descansa. Aguarda en mi hombro así a mi lado por nido.

Mañana cuando amanezca sabrás al fin que al fin siempre amanece. Abriremos la puerta juntos, esa fina puerta, esa tenue presa que aliena de piélagos el desierto, y verás que habrán brotado ya las primeras flores en la mitad de este erial de cuarteada tierra y verás que ya olerá a desgreñados jardines el mismo viento seco que ayer peinó la duna.

Desperézate.

Mañana serás tú y serás buena y serás hermosa y seremos libres igual que hoy lo somos. Mas mañana, amor, no será necesario decírtelo porque habrás aprendido ya a mirar en los espejos.



lunes, 15 de julio de 2013

en estos días, por tu culpa


Mira, si voy a escribirte es complicado sino bochornoso en estos días tomar una hermosa metáfora y moverla como una banderita de colores en mi ventana gris para que se vea desde la calle abarrotada de grises. Si de pronto me diese por ejemplo por invocar en estos días a las ninfas que excitan, a las sombras que dan miedo, a los interiores del cuerpo secretos... qué rápido me aburriría de mí mismo, qué rapido me pondría sentado una palma en la sien y miraría a la pared izquierda del monitor así como ahora, terrible aunque secretamente avergonzado de mí mismo... Eso has conseguido en estos días, que te escriba y al escribirte te piense no enarbolando un estandarte de besos castos en la mitad de un jaleado sexo popular (imagina) ni adentrándoteme en el pecho en dadivosa ósmosis de buenos llantos (en fin...), no como el perenne abedul de hojas de luz de mi lóbrega loma calcinada (hostia puta), no como otra más, Dios se haga el loco con mi alma, amor, no como otra más... Has conseguido en estos días que escriba pensando en las pecas de tu espalda muy cuadriculada por el enrejado verde del balcón a bonitas celditas amarillas donde jugar al cien en raya con los labios, pensando en que abres una lata de calamares y te embadurnas el índice de tomate y yo ya sé qué me apetece comer antes de ese arroz tan rico y posterior, pensando en la boca abierta de tu siesta por donde asoman dos paletas blancas que no son como perlas ni mármoles exóticos de un oriental palacio, qué va, sino como las dos paletas más bonitas que haya visto yo jamás (e incluyo películas mil de tipas imposibles y neumáticas abriendo boca), pensando en lo bien que hueles después y antes de las duchas, pensando en lo bien que hueles durante y después de haber dormido a pierna suelta en mi sofá, pensando en lo mucho que tardas en hacerte esa rayita carbón en los párpados frente al espejo frunciendo los labios concentrada mientras miras de reojo los pelos que he dejado repartidos por la pica y me atraviesas de odio el cráneo y yo sonrío imbécil desde la puerta. En estos días si te escribo pienso en lo guapa que vas a estar de vieja, dime si no estoy tan absurdo y romanticoide como creo. ¿Sabes? en estos días no me siento en ningún momento escritor y ha sido por tu culpa, amor mío, ha sido por tu culpa que estos días sienta unas ineluctables ganas locas de escribir y escriba y esté contento de lo que escriba aunque lo que escriba sea verdad y por tanto discretito tirando a malo.



jueves, 11 de julio de 2013

silencios de oceánida


hablotantoaveces
soyestemuchachobullicioso

pero

atrás de este muchacho bullicioso,
de esta ensordecedora dulzura,
de este estruendo de sus besos,
aún existe un hombre, amor,
un hombre silencioso
que en silencio ha aprendido
tus silencios de oceánida.

estemuchachotequiere tanto, se duele a gritos su vida.

calla tanto el mundo, amor,
cuando me abrazas,
se quiebra el aullido
en este pozo de mi adentro,
fragor del zulo sin fondo
adonde florece una hiedra de uñas
que bebe hondos ecos de quebranto
rendida a una ufana luz de quietud.

tu luz, ese tumor blanco en el bruno seno de la muerte.

yace el amor nuestro sumergido
en un pelágico sosiego de certeza
entelado de sonoros limos de ternura,
es una muda Excalibur de agua vera
casi imposible de blandir
en mitad de esa algazara de buen cieno,
agua que se pierde en mitad de otras aguas,
mas tu mano tercera, la certera,
la nuestra, la mía,
la nuestra mano ha de mojarse,
ha de tomarla a ojos cerrados,
será blandido el mutismo de la ola
para someter al estallido del espigón,
reinaremos sencilla y calladamente,
reinaremos sobre todo, amor,
sobre nosotros,
silenciosamente sobre todo.

estemuchachonotienenadaque decir, sólo quiere escucharte,
atarse hombre a los mástiles de ti y aprender silencios de oceánida.


martes, 9 de julio de 2013

dile a ese miedo tuyo


Dile a ese miedo tuyo,
ese miasma de valentías que te ahoga,
que se aterre,
que se le acaba el tiempo a duros golpes
de esperar a mí que a ti te llegue
portador de minutos de ti acuchillados por mí
que se desangran
extendidos a ras de suelo del dormitorio
sin poder divisarse desde la alta cama.
Dile a ese miedo tuyo,
ese vestidito bordado de escondidos desnudos que te viste,
que no es el miedo tuyo, que es un miedo de otros
que te trepa sin permiso
y respira fuerte a tu oreja y te soba,
dile que a ti te violenta, que te jode,
que no te excita secretamente ni reconforta
ni masturba en privado ni duermes
ni piensas en él así a ojos cerrados cuando nadie mira
ni dices ojalá que fuera miedo mío
este miedo tan horrible que es de otros,
que no, dile que no, mi niña amor que callas tan bonito,
que no dile aún si no hablas,
dile a ese miedo tuyo,
ese jarabe de cicuta que hace el avioncito bueno hacia tu boca,
que vuelva a la confortable seguridad de su origen,
que se aterre,
que se le acaba el tiempo a duros golpes,
a palizas de esperar a mí que a ti te llegue
portador de minutos de ti acuchillados por mí
que se desangran
extendidos a ras suelo del dormitorio
sin poder divisarse desde la alta cama.
Y así, subidos sobre el lecho alejando los pies de muertes
que de fulgente tiempo sangran,
así clavemos como un reloj de sol nuestros cuerpos
como limpias astas sin bandera de una sombría patria.


miércoles, 3 de julio de 2013

busca el hombre de hojalata en Oz y encuentra el pechito de Dorothy en Kansas

Se intuye el viento en las ropas horizontales.
Nuria D. Valero


Él era un tipo deforme, arrastraba como una fea escoba la siniestra a lo largo del parque dejando tras de sí un horrible surco profundo e irregular en la tierra llana y los críos que jugaban al sol con la cometa tornábanse al verlo sombríos y las parejas abrazadas en los bancos tornábanse al verlo esquivas. Era un edificio que llevaba viniéndose abajo toda una vida sin terminar de caer, daba vértigo verlo, daba mareo, descomponía, dábale a todo sombra, una sombra que crecía. Los ojos tan adentro que veía el mundo a través de un túnel, miraba raro, miraba insostenible, miraba que hería. La ropa vieja, la ropa anciana, la ropa de otro tiempo que nunca pasó, la ropa daba asco, la ropa no la vestía nadie normal, la ropa que vestía. Pero adentro era Ulises, Prometeo y Alejandro, adentro había constelaciones, crónicas, satélites y jardines extensos e inabarcables como el oxígeno. Adentro venía guardando todo lo pasado afuera, las parejas diarias en los bancos a la sombra de los árboles, los estudiados besos, esos que muerden un poco, esos que sólo transcurren de un labio a otro, esos que chocan, esos que rozan, esos que electrifican, esos que se dan a nadie a ojos cerrados a diario en los bancos a la sombra de los árboles desde que hay bancos y hay bocas y hay árboles. Y si tenía que hablar, si alguien alguna vez le  había preguntado que qué, que cuándo, que si hubiera querido alguna vez, algún día, algún instante... no respondía, miraba raro, miraba insostenible, miraba que hería a través del túnel, daba vértigo, daba mareo, descomponía. Pero adentro era Ulises, Prometeo y Alejandro. Adentro era una de esas fecundas islas del mapa preñadas de doblones en sus grutas, esas de frutas desconocidas y jugosas mecidas en su rama por la brisa del mar, esas de playas primeras y remotas y mejores que el agua, esas que en ningún caso nunca nadie jamás bajo ninguna circunstancia pisó antes.

Ella, la otra parte afuera de esta historia, era el adentro.